Parte I de una síntesis de"Una crisis de verdad y muchas mentiras como respuesta"

Torres, Juan, "Una crisis de verdad y muchas mentiras como respuesta", en VV.AA., Reacciona, Santillana, Madrid, 2011, pp. 60-75.

PARTE I: ORIGEN INMEDIATO Y DESARROLLO DE LA CRISIS.

El origen más inmediato de la crisis es conocido: la burbuja inmobiliaria. Aprovechando el boom de la construcción, los bancos empezaron a vender dinero en forma de hipotecas. Como vendían tantas, las concedían incluso a quienes podrían no pagarlas. Como los bancos no eran tontos, empezaron a colocar en los mercados financieros partes de esas hipotecas tan arriesgadas. Cuando la bonanza económica decayó, los inversores –bancos, instituciones, empresas y particulares- que habían comprado esas hipotecas basura, se arruinaron. Normalmente, si quien lea esto o una empresa común quiebran por su mala gestión, se fastidian. Los bancos, por el contrario, se enriquecieron por arte de birlibirloque. Vamos a ver cómo ocurrió:

Los poderes políticos y económicos trataron de quitar importancia a la crisis que se venía encima desde el primer momento: en 2007, el Fondo Monetario Internacional, comunicó que la economía mundial tenía “una favorable situación” y que estaba “respaldada por puntales económicos sólidos”; en 2008, el Banco de España, hablaba de la crisis como de un “episodio de inestabilidad financiera”.  ¿Estaban en la inopia los funcionarios y ecomistas mejor pagados del mundo, eran ignorantes o mentían? La respuesta es evidente: mentían. Muchos economistas universitarios y reputados están pagados por grandes corporaciones, de ahí que hagan los análisis que a éstas les interesan. Otros, por el contrario, sí previeron la crisis, pero nuestros gobernantes no les hicieron caso porque lo que buscaban no era servir a los intereses públicos sino a las grandes empresas.  En nuestro país, se ha demostrado que el gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, nombrado por el PP, o el ministro socialista, Pedro Solbes, fueron advertidos por los propios inspectores de dicho Banco. Hoy han sido recompensados por ello: aquél dejó su cargo para pasar al FMI y, luego, al Banco de Pagos Internacionales; Solbes es hoy consejero de Barklays Bank y la eléctrica Enel-Endesa.

En 2009, la crisis era una realidad incontestable: los dirigentes políticos, inquietos por la reacción popular, anunciaron medidas: Obama, el G20 (la reunión de los veinte países más ricos) o Zapatero coincidieron  en que había que pedir responsabilidades a la Banca, que reconocieran su deuda, hacer que se redujeran sus riesgos especulativos, aumentar su transparencia,… La realidad que siguió, hasta hoy, ha sido que la Banca no ha respondido de nada ante nadie, que se han seguido empleando, sin problemas, el secretismo bancario y los paraísos fiscales, que se ha aumentado el riesgo especulativo y que han conseguido que las arcas públicas les paguen sus pérdidas.

De hecho, éstas fueron tantas, que los cientos de miles de millones que les dieron los gobiernos fueron insuficientes. Además, los bancos no reactivaron la economía dando créditos: miles de empresas cerraron por no poder cobrar lo que se les debía ni poder pedir tales ayudas. Salvar a la banca sólo ha traído pobreza y desempleo y, lo que es peor, que los Estados se hayan empobrecido o arruinado por lo entregado a los bancos y porque hay poca actividad económica, hay menos ingresos para las arcas públicas. Como los gobiernos no tenían dinero, tenían que pedirlo prestado a los mismos bancos que habían salvado. Los bancos, que viven de vender dinero, vieron un nuevo meganegocio: de nuevo han salido ganando.

Es más: darían créditos a los países si éstos hacían lo que ellos decían, a  saber: menor gasto público en pensiones, educación, sanidad,…; favorecimiento de un mercado de trabajo afín sólo al gran empresario; recortes de los sueldos; hacer más atractivo el sector privado: planes de pensiones, seguros, educación y sanidad privados, privatización de empresas públicas,… En esas se las ven Grecia o Portugal, mientras que el resto de países, como España, sigue obedeciendo a estos dictados: ya no es extraño oír a quienes dicen representarnos anunciar, acobardados, que están haciendo los “deberes” que se les han mandado.

Vienen a por todos nosotros y no van a parar hasta que lo tengan todo si no les hacemos frente.

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